
se fue porque tú y yo no dejábamos de respirar,
porque ahogábamos un aire que no nos pertenecía.
nos creímos fuertes
porque entre los débiles
uno nunca es capaz de ver que solo es uno más.
y eso hace que me duela la costilla,
me aprieta y se retuerce,
y aquí mi estómago
pide vómito.
y la arcada llama elegante a la puerta,
sigilosa se desliza hasta la garganta,
y entonces respiramos
como si solo nosotros
fuéramos propietarios
del oxígeno que nos rodea.
y él se fue.
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