Estaba en medio de una lluvia inminente.
No sentí que fuese necesario gritar para llamar a la sequía.
un desierto de alegrías,
solitario y acabado.
Los charcos estaban resecos,
al igual que yo,
que mi garganta atragantada.
No sabía cuanto faltaba para una llovizna,
pero yo seguía aferrándome a la tormenta,
aunque solo lloviera arena.
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