Ella salió una noche y jamás volvió.
No se la volvió a ver,
ella tan preocupada, atareada, estresada,
llena de rabia y tristeza, sin saber o recordar
que era la tranquilidad.
En cambio lo vieron a él más a menudo,
siempre caminando con el tiempo en una mano,
relajado al ver cada puesta de sol, lleno de alegrías,
sin saber muy bien como, sucedió el cambio.
Salió una noche, y esa chica desapareció de la faz de la Tierra,
y vino un él algo cambiado.
No duró mucho.
En medio de una tarde, él también se fue,
y llegó otra ella, tan distinta e igual que la anterior.
Pero esta era diferente, vivía con el tiempo en una mano,
y las prisas en la otra, las preocupaciones con las alegrías,
y la tristeza se la tomaba con calma.
Y al final, ella también se fue, y no se los volvieron a ver.
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