La luz destella y me alumbra,
me produce una ligera sensación de incertidumbre,
y escalofríos terroríficos.
Me hace sentir a gusto,
en calma,
como si ella fuera el propio viento
que siempre me llevó en brazos, a pesar de que esa sea otra historia.
Y luego la lluvia lo interrumpe todo
llevándose viejos sentimientos, y nuevas sensaciones y miedos.
Pero a pesar de que la lluvia todo lo cura,
se lleva esa luz,
y solo me queda la incertidumbre.
Ni rastro de la calma.
Y yo solo puedo pensar en que necesito que amaine,
que escampe y las nubes dejen paso a esa luz,
ese atardecer y amanecer, ese mediodía intenso, y calmadas tardes.
Pero la fiereza de la lluvia me deja sola,
con la humedad en el aire y de frescura, como si lo hiciera por primera vez,
me abandona a mi suerte con una sensación de libertad
solo comparable con la seguridad que me da
la luz.
Y dudo, porque en ese momento,
no echo nada en falta.
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